Opinión | EL MALECÓN

José Sámano

El Madrid de los mosqueteros

Los jugadores del Real Madrid celebran el pase a la final de la Champions.

Los jugadores del Real Madrid celebran el pase a la final de la Champions. / EFE

El Real Madrid gana porque sí. Sobran más vueltas cuando se quiere explorar un fenómeno tan sobrenatural como machacón. Pero a ese “porque sí” le caben matices que solo corresponden al Madrid. Se fueron Ramos, Cristiano y Benzema y en la última gran noche blanca el futbolista terminal no fue Bellingham, sino un delantero del camión escoba cedido en el finalista de la Copa de Europa por un equipo de Segunda (Espanyol).

Nada concuerda salvo en un Madrid donde, además de Joselu, otros cuantos modestos han improvisado la gloria recientemente, sean Nacho, Lucas Vázquez, Brahim, Lunin, Rüdiger… Ninguno de ellos figuraban en la lista de titulares fetén que manejaba Carlo Ancelotti al inicio del curso. El técnico más condecorado de la Copa de Europa (cuatro títulos) al frente de una Quinta de Mosqueteros. Sin nostalgia de los pretorianos que se fueron y sin mayores lamentos por los apelotonados en la enfermería durante la temporada, en este Real uno han sido todos y todos han sido uno.

El Madrid llegará a Wembley con sus cuatro capitanes (Nacho, Carvajal, Modric y Kroos) a un dedo de igualar las seis Copas de Europa de Gento, marca imbatible desde hace 58 años. Una señal inequívoca de la perpetuidad de un club que prevalece sobre tal o cual galáctico. No es asunto menor si se toma como referencia a su mayor opositor. En el Barça, tras el más fascinante equipo de su historia, Messi se quedó a la intemperie europea desde Berlín 2015.

Tras el majestuoso duelo esgrimista de Messi y Cristiano, todo apuntaba al nuevo pulso entre Mbappé y Haaland. El francés, de puntillas ante el Borussia Dortmund, llegará a Chamartín sin una Champions en el zurrón. El noruego, de rebajas en esta edición, no ha podido dar carrete al éxito del City en 2023. Lo del Dortmund también tiene su miga. Desde su segunda y última final (2013) ha descontado a Klopp, Gündogan, Dembélé, Haaland y Bellingham, entre otros muchos. Sin un entrenador o jugador bandera ha regresado a la cima.

El Dortmund vende y el Bayern compra, pero como el fútbol no es una ciencia exacta los bávaros se quedaron por el camino en el Bernabéu. Su preparador, Thomas Tuchel, puso de su parte con un planteamiento medroso. Intervino tarde cuando Vinicius dio con una ruta de evacuación ante Kimmich -el mejor arquitecto del equipo sometido al arresto del brasileño-. Y se olvidó de que en el Bernabéu los partidos acaban cuando lo dicta el Madrid, así que se apresuró al retirar a Kane y Sané, sus mejores fusileros.

Mientras, el Real a lo suyo. Como trapecista tampoco tiene semejanza. Es tal su poder de intimidación que Neuer, el mejor del Bayern, hizo de Karius y Joselu, maquillado como Gerd Müller, subrayó el principal credo de este Madrid, una fe infinita. Al Bayern, que siempre fue espadachín, le quedaba una bala, pero el árbitro y un asistente actuaron de forma precoz en tiempos de paciencia y paciencia cuando se trata de un fuera de juego. Con todo, el Madrid de los imposibles por fin había sido mejor que su adversario en una eliminatoria. No lo fue ante el Leipzig y el City, y tampoco en Múnich. Pero nadie da con mejores atajos, nadie se maneja igual en las malas y en las buenas. Y no digamos en las finales. El 1 de junio afrontará la 18ª tras haber sucumbido solo en tres y en tiempos de los bisontes de Altamira (Benfica, 62; Inter, 64, y Liverpool, 81). Un historial abrumador para cualquier rival, pero este Dortmund también merecería al menos un capítulo de Alejandro Dumas.